10 jul 2011

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20 feb 2011

LA PARTE DE ATRÁS

                                                 "Cuando el faso es bueno
                                                  se arma solo."
                                                                    El Marqués
                                                                                                                                                                                                        
Se podría decir que toda parte trasera
tiene que ver con el frente.
La cafetería es una ruptura de la lógica
y a su vez un hechizo ondulado.
Sólo recordar sus orígenes
cuando allí funcionaba un frigorífico de lobos.
Con las garras hacían ojos de vidrio,
del cerebro sacaban sustancias
y con el aullido beatniks.
La prosperidad dura poco o no existe.

El matarife y los lobos dieron a lugar
un club de punguistas italianos.
Que reformaron el edificio
de manera poco ingeniosa
para el resto de los artistas.
Cada tanto celebraban fiestas patronales
con chicas de la península
que volaban de fiebre.
Los reprimieron,
era de esperar.
Después de tantas noches de 2 minutos
El ejercito bombardeó la propiedad
la familia
y no podía faltar la religión.
Los orates estaban furiosos
no reparaban en buenos modales.
Hasta que llegó la pantalla de LSD
y todo parecía estar en su lugar.
De la mano de Charlie Sheann
inauguraron una sociedad secreta
a la que sólo asistían los italianos
sobrevivientes.
Con el afortunado paso del tiempo
y los fallecimientos
las autoridades lo subdividieron.
De tal forma apareció la cafetería
y su parte de atrás:
Un buen trabajo tratándose de ruinas.
Si habrán pasado piedras por ahí.

Hablemos del sector  
que nunca estuvo adelante.
Para tener una ubicación
lo básico
es moverse quieto.
De tal manera se veía el fondo,
la verdadera acción siempre fue adyacente.
En esa pausa nadie ejercía labor alguna
salvo el diablo que asaba chorizos
con un incendio forestal.
Los demás éramos independientes.
Nuestras capacidades alteradas
antes o después.
En esa época y no otra
teníamos el pelo largo
o la cabeza mas pequeña,
igual que ahora.
Sufríamos los veranos por abstinencia de inviernos
en el límite de la invalidez y la filantropía.
El estilo nos configuraba como un error.
Aun así Phil invitaba menudencias.

También es cierto que había una planta
con frutos magnéticos
que eran buenos para la imaginación
y la fuerza de gravedad.
Ruth no le hacía faltar agua,
los escritores el cariño.
Por caso Juan Carlos Umpierrez
de la vieja guardia surrealista
o Mariano Flores
de la juventud alegre
Norris el distraído
que estaba presuntamente
También Luisito
el gato
Y Pakistán. Felix Alegría
el que pierde todos los trenes de las 16.
Siendo que Sabrina era la única mujer
a la redonda
se las ingeniaba.
A veces parecía el lado B de Phil.
Que extrañamente servía bebidas
a dos manos
mientras citaba a uno de nosotros
(tal vez al capitán)
cuando decía *que la literatura es una estación de servicio abandonada*
y que *sólo punk cuadrado, para espantar o despedir
un pequeño silencio* bastaba en el oeste para ser de libra              
o Escorpio, mono o tributo, agregaba phil a sí mismo
y al tiempo pensaba *en una noche celta en Brasil*. Tal vez
si tuviera un cuerpo ortopédico y se librara de la cafetería
o ambos a la vez se distanciaran, él se llevaría la rockola
y ella la parte de atrás con nosotros.
En buena hora.
Dejaríamos la fraternidad
x un montón de lingotes
o un cajón de Stella.
En fin, los poetas que no se alejan
mueren por deshidratación.

Parece que a Phil lo van nombrar presidente
en ausencia de sí mismo
                                                    
..
  
DOVAL09

6 dic 2010

Jabalina Transatlántica N3


La historia & La historieta
(trama/molécula + protagonista/visiones)

Muchos afirman que Phil abandonó la cafetería aquella noche. Muchos afirman que Phil nunca ha salido de allí. En parte es verdad y en parte mentira. Como todas las cosas en este mundo.
Aún así, existe, en el último libro de Henríquez, un vínculo inequívoco. Una fina linea transversal que atraviesa todas y cada una de las páginas de La Cafetería. Más allá de la controvertida partida de Phil, lo cierto es que podemos verlo transitar el libro en silencio, como una especie de sombra shakesperiana, vagando entre cada uno de los poemas e incluso más, en aquellos que no guardan una relación directa con La Cafetería. Porque si bien las mesas de ese espacio remoto configuran el sistema nervioso del libro, los callejones y pasadizos que ha de recorrer el lector que quiera acercase a ese sobrecogedor antro, primero ha de adentrarse por este intrincado laberinto salvaje. En este camino (que recomiendo hacer caminando para atrás) Phil indaga al lector abiertamente. Caminarás a campo abierto, por un lenguaje despojado y en apariencia poco pretencioso. Pero has de estar atento, caminarás con un franco-tirador apuntándote a la cabeza.

La parte & El todo

Resulta difícil entender a La Cafetería si no es en toda su magnitud, como una especie de gran molécula compuesta; prácticamente indivisible en ciertos momentos. Sospecho que individualmente, los poemas (y evidentemente el lector), corren con la dispar suerte de la ruleta rusa. Dependiendo un poco del momento y del espacio en el cual salen al exterior, te curan o te matan. Por momentos, es como si los poemas estuvieran un poco huérfanos, como si fueran sólo escalones para subir a esa habitación que ya no existe. No quiero decir con esto que no tengan coherencia en su singularidad, es más, esto no les quita ni un kW de luz propia. Existen en La Cafetería diferentes destellos que nos dejan inigualables climas de exilios internos, excéntricos paisajes de amores pop o algo de rigurosa diversión surrealista. Igualmente considero que la obra toma todo su brillo entendida en su conjunto. Me explico: los poemas sueltos brillan. Los poemas juntos, deslumbran.
Si uno piensa en el libro como una molécula, los poemas de La Cafetería serían como átomos irreemplazables. La dinámica molecular se desarrollaría alrededor de un protagonista ausente. Una especie de ente omnipresente que recorre el libro. Una valencia N, un sordomudo que respira desesperado más o menos a la mitad de todos los poemas. Pero como no tengo una visión clara de la química, lo mejor para visualizar el libro en su conjunto sería la imagen de un árbol solo, movido por el viento en un desierto latinoamericano. Las hojas del árbol serían los poemas, el árbol el libro. El desierto y el viento serían Phil y el lector en constantes partes intercambiables.

Una pos data

Conozco a Hen hace muchos años, con lo cual no puede esperarse de mí una visión objetiva de la obra, primero porque somos amigos, segundo porque nunca en mi vida pude tener una visión objetiva de absolutamente nada. Conozco, eso sí, algunas de las artimañas literarias de Hen, lo cual me ubica en una posición de lector privilegiado. Desde ese lugar, en todo caso, es desde donde salen estas Jabalinas Transatlánticas. Para mí el libro fue siempre como una ruleta rusa. Según donde lo abras mueres o salvas tu vida. Es absurdo pensar que no existe en él una parte con la que identificarme directa o indirectamente. Porque cuando Hen escribe, de algún modo escribe Lhoner y Boris y Surmont. Es difícil de explicar, pero así es.

Una segunda aclaración

Cuando terminé de leer el libro. El café aún estaba caliente.

Abedul de Surmont 
Badalona, Barcelona, diciembre 2010

19 jul 2010

Revista Veintitres


(clic en la imagen para ampliar)